Entre San Pedro de Rudagüera y Puente San Miguel, el río Saja recorre unos tres kilómetros en su curso medio, alternando pequeñas corrientes y plácidos remansos, que se inician en el barrio de «La Flor», antiguo monte comunal de «La Angustina», en un paraíso natural de abedules, robles, encinas, fresnos y matorrales donde yo nací y disfruté durante los primeros años de mi infancia.

En tiempos pasados, varios molinos harineros se instalaron allí para la molienda de cereales. Dos de ellos, «La Flor» y «El Pavón» iniciaron una revolución industrial y son pioneros en el nacimiento de la electricidad en Cantabria. Hoy luchamos para que sus restos arqueológicos no desaparezcan victimas del olvido y la ingratitud de sus políticos. Os invito a que me acompañéis por ese paseo ribereño.