La necesidad del hombre de cruzar el río y ampliar su ecosistema habrá estado presente desde los primeros tiempos de su existencia. Seguramente, el hombre que habitaba las cuevas de “Santa Clotilde” y “la Estación”, junto al apeadero de Santa Isabel, cruzaría troncos de árbol en los márgenes más estrechos de su cauce.
Sin lugar a duda, el tramo más estrecho y propicio para la construcción de un puente es
el que actualmente ocupa nuestro maltrecho “Pontón”, junto a la estación de “Santa
Isabel-Quijas”.
Por desgracia, esos desfiladeros estrechos y propicios son también los tapones perfectos para el caudal del río en tiempos de crecidas y el poder de sus aguas destruyen una y otra vez los puentes que el hombre construye.
