Para los de mi generación, “la tienda de Leoncio” fue “la tienda de José María”, el hijo de Leoncio, pero dos generaciones antes, la tienda de ultramarinos era regentada ya por una señora en cuya casa servía Asunción Gutiérrez Oreña, la madre de Leoncio.
Sucedió un echo luctuoso, sin demasiados datos en la memoria, y fue que la dueña se suicidó, pegándose un tiro bajo “la peñona de los Bustamante”, pasando la propiedad y el negocio a manos de Asunción, con lo cual estamos remontando su apertura al siglo XIX. Aunque ella era el alma del negocio, todos lo conocían como “el restaurante de Ezequiel”, su marido, de profesión serrón.
En la tienda de ultramarinos, heredada por su hijo Leoncio, se vendía tabaco, calderos, embutidos, morcillas, licores, artículos de mercería, alpargatas de esparto, comida de animales, conservas, membrillo y otros productos básicos. A la vez, todas las tardes los hombres acudían a echar sus partidas de cartas o dominó y socializaban con sus vecinos.
Hasta 1980 el negocio continuó abierto y atendido por su hijo José María y su esposa Consuelo,
